y voces bifurcadas transgreden el abismo...
Mis ojos miran al cielo,
indudablemente
sueño con un mundo lejano
de nunca repetir lo mismo.
Mis ojos miran al cielo,
indudablemente
sueño con un mundo lejano
de nunca repetir lo mismo.
Confinado
arrojo mis crisálidas
al destino,
robando un gesto a las cosas,
cantando al limbo de las sombras.
Desarticulado en un silencio vino,
anónimo
y rebozado en el gozo
de no sentirme aveces humano
le niego al viento mi aliento
para divisar la línea imaginaria
que me separa de este mundo y el otro.
Soy un paréntesis en la eternidad
arrojando a los mares inmemoriales.
Soy un eco del abismo,
un derrumbe de luz,
un derrumbe de luz,
tamizando en la oscuridad
del silencio,
una saeta disparada al infinito,
una rutina de versos.
Soy una llama
llamada a fundirse con la nada,
un loco que balbucea
en su jardín de letras,
un insurrecto de las sombras,
un espíritu encastrado
en su limbo de lunas y palabras,
un instante hecho eterno entre paredes,
un hollejo de metáfora,
masticándose en la dulzura de su silencio.
La noche:
cruz arrinconada de los deseos
vibra en los espejos
y finge una alegría
de páramo abandonado...
En la oquedad,
vuelan cuervos de lágrimas,
cantos, sueños y esperanzas.
En el sonoro hueco de la noche
se oye la voz
se oye la voz
que nunca medirá
el vago y ruidoso reposo
del olvido...
del olvido...
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